lunes, 1 de abril de 2013

EL PATRIMONIO SIGUE BUSCANDO MECENAS


Como todos recordarán, en mayo de 2011, un fuerte terremoto asoló la ciudad de murciana Lorca. Tras de sí, quedó el drama de los varios fallecidos y de las centenares de personas que tuvieron que abandonar sus viviendas. Pero este drama no se limitó a las tragedias personales; desgraciadamente, la violenta furia de la Tierra también se cebó con el Patrimonio Histórico-Artístico de aquella ciudad.  

Pese a toda calamidad, la vida sigue y se abre paso. Más tarde o más temprano, con menor o mayor dolor, las personas volverán a sus vidas anteriores. Sin embargo, no será lo mismo para las piedras, las maderas o los otros restos materiales (o inmateriales), aquellos restos que representaban lo mejor que el ser humano puede legar, la Cultura: se hicieron añicos para siempre. Ya no volverán. Aunque se reconstruyan, aunque se restauren, no serán sino simples trampantojos de lo que un día fueron. 


Con el impacto social del suceso, el Gobierno decretó una serie de medidas extraordinarias para ayudar a la reconstrucción de la ciudad y su Patrimonio. Entre ellas, que las deducciones del IRPF por los donativos efectuados para la restauración del Patrimonio lorquino alcanzasen un 40%  para las empresas y un 30% para personas físicas, de manera que estos beneficios fiscales se elevaron al máximo permitido por la ley.


La ciudad murciana no se cruzó brazos contemplando las ruinas de su ciudad, el Ayuntamiento, a su vez, puso en disposición de los ciudadanos una “cuenta solidaria” para centralizar los donativos.




La iglesia de Santiago (de Lorca).



Y es que hay que recordar que, según las actuales leyes Fiscal y de Mecenazgo, los donantes y mecenas del Patrimonio reciben deducciones en el IRPF, unas deducciones que se hacen extensivas también a las aportaciones "en especie" de productos como, por ejemplo, materiales de construcción o servicios, como la redacción de proyectos de rehabilitación que se hagan mediante convenio con el Ayuntamiento. Esto fue lo que puso en práctica en la ciudad de Lorca.

Conseguidas estas medidas extraordinarias, el Ayuntamiento y el Obispado lorquianos iniciaron una campaña de concienciación a autoridades, empresarios y ciudadanos en general del estado en que se encontraba el patrimonio histórico tras el terremoto y explicarles que el patrocinio de su rehabilitación «es un inversión empresarial muy rentable». Al día de hoy se han recaudado por esta vía cerca de los 50 millones de euros, esperándose que las distintas obras de reconstrucción concluyan hacia 2016.


La iglesia de San Mateo (de Lorca).

Jerez, no ha sufrido un terremoto tan grave –y toco madera– desde 1755, año del famoso terremoto de Lisboa. Pero, temblores de tierra aparte, y como queriendo hacer efectivo ese hermanamiento histórico que Jerez tiene con Lorca desde la conquista del “extraviado” pendón, diversas causas, bien conocidas por todos los lectores de este blog, han confluido en estos últimos años para arruinar nuestro extenso y rico patrimonio de la misma forma que si un verdadero terremoto o una descontrolada riada hubiera pasado sobre esta ciudad.

Quizás peque de atrevimiento o de candidez, pero comparo el caso de Lorca con el de Jerez y me pregunto si no es hora ya de plantear medidas para nuestra ciudad similares a las puestas en ejecución en el municipio hermano. ¿Sería factible alguna vía para fomentar y canalizar el mecenazgo destinado a la recuperación y mantenimiento del Patrimonio local? ¿Se podría ofrecer el monumento a restaurar como soporte publicitario mientras durasen las obras?¿Se podría plantear una campaña de recogida de donativos mediante SMS? O, yendo más allá, ¿el arbitrio o creación de una partida fija en los presupuestos municipales destinada a ello

Al ver estos planteamientos, además de llamarme iluso, habrá quién responda diciendo que aquí no ha habido un terremoto o un bombardeo para pedir estas extraordinarias medidas. A estos incrédulos les recomiendo que hagan el saludable ejercicio aeróbico de dar una vuelta por el casco histórico, ese que está más allá de la calle Larga o la calle Francos. Pero si esto es mucho esfuerzo, les recomiendo que maten el tiempo repasando las entradas de este blog, que sólo hay que hacer un clic.

La concienciación sobre el valor de nuestro Patrimonio es fundamental, sí, más que fundamental es principal y prioritaria, (y en eso andamos ya para tres años), pero lo que ahora mismo hace falta, y más en casos de extrema gravedad como Santiago, el Sagrario de San Mateo, Villapanés o Riquelme, o tanto otros, es dinero, dinero y dinero. 

Y no quiero ser visionario, ni pájaro de mal agüero, pero como la situación económica en el país siga por el camino que lleva, si hemos de seguir confiando en las ayudas económicas de las administraciones públicas, más pronto que tarde nuestros gastados ojos registrarán los destrozos causados por el derrumbe de la bóveda del Sagrario de San Mateo, verán al desmantelado Santiago hundirse de nuevo o desaparecer para siempre, bajo la humedad y los desprendimientos de las rocallas de la decoración del techo, las vedadas pinturas que alumbraron las tertulias del ilustrado marqués de Villapanés. Y finalmente, por si no bastara lo anterior, asistiremos al dantesco espectáculo de contemplar una de las más bellas y cultas páginas escritas por el Renacimiento en Andalucía -la portada de Riquelme- tal y como salió de la cantera de Martelilla.  ¿Que no? Denle tiempo al Tiempo.

Entonces será cuando todo el mundo tome conciencia de lo que se ha perdido y se rasgue las vestiduras. Los noveleros gritos de dolor del gentío llegarán a los cielos. Los zarcillos de oro de las abuelas se venderán con devoción para contribuir a las obras. Al morbo de la catástrofe, como moscas al panal de rica miel, acudirán reporteros de toda España, con sus equipos móviles a cuestas, pero cambiando las botas de agua por el casco, porque esta vez no es la vega del Guadalete la que se ha inundado.

Entre las ruinas de lo mejor que nos legaron los siglos, se pedirá solemnemente la declaración de zona catastrófica para la ciudad de Jerez, y, merced a ella, medidas  “extraordinarias” para recuperar lo que ya no será recuperable, sólo imitable.

Puede que reconozcamos, en aquellos aciagos días, por los rincones y tabancos de nuestra ciudad a nuevos e improvisados Jeremías llorando por la Jerusalén de nuestro tiempo. O quizás nos topemos con el llanto desconsolado de los Pedros que dijeron no conocer al Patrimonio, cuando firmaron su funesta suerte. Y, aunque increíble, pero cosas más raras se han visto, puede que se nos erice el vello ante las últimas y amargas lágrimas derramadas por aquellos Judas arrepentidos de haber vendido al Hijo del Hombre por maletines llenos de billetitos de 500 euros. 

Y entonces, precisamente, entonces, con tanta plañidera junta, será cuando yo me parta el pecho a carcajadas.



Juan Antonio Moreno.

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